David William Foster (1940-2020), el cordial David, se nos ha ido abandonándonos a nuestros destinos. Lo conocí en 1987, en que, en ocasión de llegar a Arizona State University con una sencilla tarjeta que decía su nombre, me lo encontré sacando fotocopias que un rato después iba a distribuir entre los futuros candidatos a la maestría de español que coordinaba: un tipo que con cara de estadounidense indiscutible, hablaba un español más porteño que el mío y que tenía muy clarito lo que había que decir, porque conocía de antemano a sus interlocutores, y estaba dispuesto a abrirles el camino hacia el conocimiento consolidado y hacia la indagación que continuamente buscaba fraguar nuevos conocimientos.
Cuando me plantearon recordarlo, lo primero que hice fue recorrer mi biblioteca para poner en conjunto las obras que de él tenía: llegué a reunir unos cuarenta libros de los más de cien que dejó impresos. El primero de ellos, que recuerdo con particular afecto, es The Argentine generation of 1880. Ideology and cultural text (1990). Como en ese entonces era su asistente de investigación, con él me sumergí en su escritura, revisé cada página, me dejé llevar por sus ideas. A partir de allí fue recopilando otros estudios argentinistas suyos: Currents in the contemporary Argentine novel: Arlt, Mallea, Sabato, and Cortázar (1975), Social realism in the Argentine narrative (1986), Violence in Argentine literature. Cultural responses to tyranny (1995)… Junto a ellos muchísimos otros estudios pertenecientes a diversos campos: configuraciones bibliográficas temáticas (La nueva narrativa hispanoamericana, 1976, junto a Horacio J. Becco, o Brazilian literature. A research Bibliography, 1990, publicada junto a Walter Rela), compilaciones de trabajos sobre teatro (como Estudios sobre teatro mexicano contemporáneo. Semiología de la competencia teatral, 1984) o sobre teoría del teatro (Espacio escénico y lenguaje, 1998), estudios latinoamericanos en su conjunto (Para una lectura semiótica del ensayo latinoamericano, 1983, Alternate voices in the contemporary American narrative,1985, del cual forma parte un artículo fundamental titulado “Documentary narrative” para entender las formas experimentales de los anteriores veinte años de producción continental), estudios chicanos (Literatura chicana 1965-1995, 1997) y mexicanos (Mexican literature. A history, 1994, donde me concedió el honor de publicar un capítulo sobre “Literary Theory and Criticism”). A ello se suman obras de síntesis como el Handbook of Latin American Literature (1992), acompañado por Literatura hispanomericana. Una antología (1994) y cinco tomos de compilación bibliográfica sobre el tema que, bajo el nombre de ambos, publicó la editorial Garland en1997; los dos volúmenes de Literatura española, una antología (1995) junto con tres tomos de estudios reunidos bajo el título de Spanish literature (2000), que fueron obras en común que realizamos con Gustavo Geirola y Carmen de Urioste. Y finalmente, una obra orientada a la escritura académica en inglés con especial énfasis en los estudios hispánicos que dimos a conocer David, Carmen de Urioste y quien esto firma por la University of Texas Press: The writer’s reference guide to Spanish (1999).
Pero cuando se observa la producción fosteriana se advierte, casi de inmediato (y paso por alto su labor en el campo lingüístico, que decidió cerrar en los años 90 y, una vez más, tuvo la amabilidad de obsequiarme su biblioteca de algo más de quinientos libros), en qué medida su enfoque fue mayor que el que compete a los estudios literarios puros: en los ochenta tuvo un impulso claramente marxista, en los noventa se vio concientizado por la búsqueda y promoción de los estudios gay y lésbicos y en la etapa final por los estudios en otros soportes, como son sus estudios (en el doble sentido de ejecutar y de analizar) de fotografía. Proliferan los análisis y estudios de la segunda temática: Gay and lesbian themes in Latin American writing (1991), Sexual textualities. Essays on queer/ing Latin American writing (1997), Chicano/Latino homoerotic identities, volumen colectivo editado por David (1999), Producción cultural e identidades homoeróticas. Teoría y aplicaciones (2000), Queer issues in contemporary Latin American cinema (2003), El ambiente nuestro. Chicano/Latino homoerotic writing (12006), Ensayos sobre culturas homoeróticas latinoamericanas (2009). Además, por su utilidad en los estudios de género quiero destacar dos fuentes que él compiló y que se han convertido en mojones para la investigación específica: Latin American Writers on Gay and Lesbian Themes. A bio-critical sourcebook (1994) y Spanish writers on gay and lesbian themes. A bio-critical sourcebook (1999), ambos publicados por Greenwood Press. Para señalar dos estudios culturales sobre la Argentina, y terminar por ahora, la enumeración de mi biblioteca de Foster, que provoca unos buenos años de lectura, recuerdo Buenos aires. Perspectives on the city and cultural productions (1998), donde analiza desde Mafalda hasta Eva Duarte, desde el tango y su dimensión regulatoria hasta la fotografía de Sara Facio, desde el espacio femenino, la ciudad judía y el realismo sucio de Enrique Medina) y Urban photography in Argentina. Nine artists of the Post-Dictatorship era (2007).
Hasta aquí, y a riesgo de saturar al lector, el Foster intelectual. Lo que queda es recuperar sus pasiones, que se entreveían cuando recordaba a su padre muerto muy joven, o cuando hablaba de su madre que vivió más de noventa años, o de sus hermanas. También cuando recordaba que, habiendo salido de la Segunda Guerra Mundial, con su padre recientemente fallecido, la familia se sumergió en la pobreza y él logró superarse y surgir desde el fondo del pozo en el que habían caído, gracias al español (y también el francés y el italiano) que fue no simplemente una lengua extranjera para él sino una vivencia del mundo. También cuando desnudaba sus sentimientos por Virginia Ramos, su mujer o cuando hablaba de su hijo, David Raúl –persona noble–, a la que amó más que a nadie.
Lo demás son recuerdos personales. Gran parte de los mismos los atesoro para mí. Como Presidente del Centro de Estudios de Narratología quiero reconocer sus contribuciones personales con la institución, su participación en las reuniones académicas, y su amabilidad y el don de gentes con que nos honró en múltiples ocasiones. Un detallito: cada vez que asistía a un congreso y simposio no solo participaba con preguntas o comentarios de las figuras centrales convocadas sino que lo hacía atendiendo a todas las ponencias que le tocaba escuchar y ponderar, ya sea tanto las de quienes tenían experiencia como las de aquellos que realizaban los primeros pininos en el campo. Lo recordaremos así, siempre entusiasta y bien humorado.
Cuando me plantearon recordarlo, lo primero que hice fue recorrer mi biblioteca para poner en conjunto las obras que de él tenía: llegué a reunir unos cuarenta libros de los más de cien que dejó impresos. El primero de ellos, que recuerdo con particular afecto, es The Argentine generation of 1880. Ideology and cultural text (1990). Como en ese entonces era su asistente de investigación, con él me sumergí en su escritura, revisé cada página, me dejé llevar por sus ideas. A partir de allí fue recopilando otros estudios argentinistas suyos: Currents in the contemporary Argentine novel: Arlt, Mallea, Sabato, and Cortázar (1975), Social realism in the Argentine narrative (1986), Violence in Argentine literature. Cultural responses to tyranny (1995)… Junto a ellos muchísimos otros estudios pertenecientes a diversos campos: configuraciones bibliográficas temáticas (La nueva narrativa hispanoamericana, 1976, junto a Horacio J. Becco, o Brazilian literature. A research Bibliography, 1990, publicada junto a Walter Rela), compilaciones de trabajos sobre teatro (como Estudios sobre teatro mexicano contemporáneo. Semiología de la competencia teatral, 1984) o sobre teoría del teatro (Espacio escénico y lenguaje, 1998), estudios latinoamericanos en su conjunto (Para una lectura semiótica del ensayo latinoamericano, 1983, Alternate voices in the contemporary American narrative,1985, del cual forma parte un artículo fundamental titulado “Documentary narrative” para entender las formas experimentales de los anteriores veinte años de producción continental), estudios chicanos (Literatura chicana 1965-1995, 1997) y mexicanos (Mexican literature. A history, 1994, donde me concedió el honor de publicar un capítulo sobre “Literary Theory and Criticism”). A ello se suman obras de síntesis como el Handbook of Latin American Literature (1992), acompañado por Literatura hispanomericana. Una antología (1994) y cinco tomos de compilación bibliográfica sobre el tema que, bajo el nombre de ambos, publicó la editorial Garland en1997; los dos volúmenes de Literatura española, una antología (1995) junto con tres tomos de estudios reunidos bajo el título de Spanish literature (2000), que fueron obras en común que realizamos con Gustavo Geirola y Carmen de Urioste. Y finalmente, una obra orientada a la escritura académica en inglés con especial énfasis en los estudios hispánicos que dimos a conocer David, Carmen de Urioste y quien esto firma por la University of Texas Press: The writer’s reference guide to Spanish (1999).
Pero cuando se observa la producción fosteriana se advierte, casi de inmediato (y paso por alto su labor en el campo lingüístico, que decidió cerrar en los años 90 y, una vez más, tuvo la amabilidad de obsequiarme su biblioteca de algo más de quinientos libros), en qué medida su enfoque fue mayor que el que compete a los estudios literarios puros: en los ochenta tuvo un impulso claramente marxista, en los noventa se vio concientizado por la búsqueda y promoción de los estudios gay y lésbicos y en la etapa final por los estudios en otros soportes, como son sus estudios (en el doble sentido de ejecutar y de analizar) de fotografía. Proliferan los análisis y estudios de la segunda temática: Gay and lesbian themes in Latin American writing (1991), Sexual textualities. Essays on queer/ing Latin American writing (1997), Chicano/Latino homoerotic identities, volumen colectivo editado por David (1999), Producción cultural e identidades homoeróticas. Teoría y aplicaciones (2000), Queer issues in contemporary Latin American cinema (2003), El ambiente nuestro. Chicano/Latino homoerotic writing (12006), Ensayos sobre culturas homoeróticas latinoamericanas (2009). Además, por su utilidad en los estudios de género quiero destacar dos fuentes que él compiló y que se han convertido en mojones para la investigación específica: Latin American Writers on Gay and Lesbian Themes. A bio-critical sourcebook (1994) y Spanish writers on gay and lesbian themes. A bio-critical sourcebook (1999), ambos publicados por Greenwood Press. Para señalar dos estudios culturales sobre la Argentina, y terminar por ahora, la enumeración de mi biblioteca de Foster, que provoca unos buenos años de lectura, recuerdo Buenos aires. Perspectives on the city and cultural productions (1998), donde analiza desde Mafalda hasta Eva Duarte, desde el tango y su dimensión regulatoria hasta la fotografía de Sara Facio, desde el espacio femenino, la ciudad judía y el realismo sucio de Enrique Medina) y Urban photography in Argentina. Nine artists of the Post-Dictatorship era (2007).
Hasta aquí, y a riesgo de saturar al lector, el Foster intelectual. Lo que queda es recuperar sus pasiones, que se entreveían cuando recordaba a su padre muerto muy joven, o cuando hablaba de su madre que vivió más de noventa años, o de sus hermanas. También cuando recordaba que, habiendo salido de la Segunda Guerra Mundial, con su padre recientemente fallecido, la familia se sumergió en la pobreza y él logró superarse y surgir desde el fondo del pozo en el que habían caído, gracias al español (y también el francés y el italiano) que fue no simplemente una lengua extranjera para él sino una vivencia del mundo. También cuando desnudaba sus sentimientos por Virginia Ramos, su mujer o cuando hablaba de su hijo, David Raúl –persona noble–, a la que amó más que a nadie.
Lo demás son recuerdos personales. Gran parte de los mismos los atesoro para mí. Como Presidente del Centro de Estudios de Narratología quiero reconocer sus contribuciones personales con la institución, su participación en las reuniones académicas, y su amabilidad y el don de gentes con que nos honró en múltiples ocasiones. Un detallito: cada vez que asistía a un congreso y simposio no solo participaba con preguntas o comentarios de las figuras centrales convocadas sino que lo hacía atendiendo a todas las ponencias que le tocaba escuchar y ponderar, ya sea tanto las de quienes tenían experiencia como las de aquellos que realizaban los primeros pininos en el campo. Lo recordaremos así, siempre entusiasta y bien humorado.
Daniel Altamiranda