por Daniel Alejandro Capano
La evocación que deseo realizar de Mignon Domínguez surge del corazón y de la memoria, y no del intelecto.
El primer encuentro que tuve con la profesora fue a comienzos de los años 80, en el viejo edificio de la calle 25 de Mayo de la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires. Yo era un profesor recién graduado, ansioso por la actualidad y la Dra. Domínguez ofrecía un curso de posgrado sobre “Nuevas tendencias de la Estilística”. Mignon, como la llamábamos familiarmente, fue una temprana difusora de esta disciplina en su conjunción con el estructuralismo. Ella aportaba todos los conocimientos adquiridos durante su permanencia en EE.UU. donde había realizado su tesis doctoral, su experiencia como investigadora en la Universidad de Heidelberg y los cursos realizados en Francia con los grandes maestros de la teoría estructuralista. Esas clases fueron el comienzo de una amistad que se prolongó por casi veinticinco años, hasta su muerte. A este curso siguieron otros seminarios en los que siempre se mostraban enfoques novedosos y que seguíamos un grupo de profesores, muchos de los cuales integran hoy el Centro de Estudios de Narratología. Estos cursos se organizaban sobre temas de rigurosa actualidad para su tiempo: “Intertextualidad”, “Teoría de la Recepción”, “Historia, ficción y metaficción en la novela latinoamericana contemporánea”, “El decir y lo no dicho”; y sobre autores consagrados: Jorge L. Borges, Julio Cortázar, Clarice Lispector, entre otros autores brasileños, una de sus grandes pasiones. Todos ellos incentivaban la investigación y a continuar con los que se ofrecerían en el futuro, en primer lugar por la actualización con que se presentaban y luego, o conjuntamente, por la calidad humana que la doctora daba a sus clases, pobladas de sagaces observaciones y anécdotas del mundo literario. Pero se debe señalar que sus enseñanzas no sólo estaban orientadas hacia la literatura, sino sembradas de ciencia de vida, porque Mignon era ante todo una maestra de la vida. Nunca fue una transmisora fría de conceptos y reflexiones. Docta en el manejo de la voz y de los tonos, sus emisiones subrayaban con mayor o menor intensidad ciertos pasajes textuales para crear contrastes entre ellos. Sus cursos y seminarios se enriquecían con la presencia de escritores incluidos en el programa que asistían en calidad de invitados. Tal fue el caso de Borges, que irrumpió ante nuestra sorpresa en una clase en la que muchos alumnos, que no pertenecían al curso, pugnaban por entrar para escuchar la palabra del escritor; en esa ocasión, Borges tomó la actitud de un discípulo atento y escuchó con suma humildad la disertación de Mignon Domínguez sobre “El Zahir”, después cortésmente respondió a la preguntas que le formulamos.
Otro momento grato que vienen a la memoria fue la fundación, en 1993, del Centro de Estudios de Narratología, que reúne a colegas de la Argentina y del exterior en torno de esta disciplina. Fue un importante logro de Mignon, al igual que los tres simposios que se organizaron, la primera Jornada Internacional de Narratología, en Porto Alegre, y la aparición de las publicaciones realizadas. Toda esta fecunda actividad así como también la seriedad y rigor impulsados por su fundadora, ganó para el Centro prestigio nacional e internacional.
Un recuerdo especialmente querido fue el viaje a Porto Alegre, al inaugurarse el siglo, con motivo de la organización en forma conjunta entre el CEN y la Pontificia Universidad Católica de Río Grande do Sul (PUCRS) de la I Jornada Internacional de Narratología. La Dra. Domínguez y el laborioso Hermano Elvo Clemente fueron anfitriones atentísimos. Mignon nos mostraba las instalaciones de la PUCRS, donde fue profesora durante tanto años, con verdadero cariño y orgullo.
La Dra. Domínguez de Rodríguez Pasqués fue figura destacada en Brasil. No sólo porque tuvo discípulos prestigiosos, como Tania Franco Carvalhal, fallecida el año anterior, una autoridad en Literatura Comparada, sino también por su amistad con importantes investigadores, escritores y críticos de las letras de ese país, como Eduardo Coutinho, que tantas veces nos acompañó en nuestras actividades, porque Mignon unía a su capacidad de investigadora el arte de las relaciones humanas y de la conversación. La PUCRS la distinguió con el título de “Profesora Honoris Causa” y la Asociación Nordestina de Semiótica la nombró miembro de honor de la entidad.
En nuestro país Mignon Domínguez contribuyó a difundir ampliamente la literatura brasileña a través de su cátedra de Literatura Brasileña y Portuguesa de la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires y de los numerosos cursos y seminarios de grado y de posgrado que dictó, en los que siempre incluía autores brasileños. Como estudiosa entusiasta de las letras en lengua portuguesa participó de numerosos encuentros académicos en Porto Alegre, en Santa María y en Río.
Entre los recuerdos más próximos, surge la dirección de mi tesis doctoral. Era, en este sentido, estricta en sus observaciones y precisa en sus conceptos. No dejaba nada librado a la improvisación, principio aprendido de su maestro alemán Helmut Hatzfeld con el que ella misma había hecho su tesis doctoral en EE.UU. sobre El discurso indirecto libro en la novela argentina, que fue y es un referente canónico para los estudiosos del tema.
Ya enferma tuvo la fineza de recibirme en su casa para concretar los detalles finales de mi trabajo. Yo no quería importunarla y trataba de resolver las cuestiones de forma apresurada, pero ella me concedió más tiempo que el que quizá podían sus fuerzas. Lo cierto es que me colmó de atenciones junto con su esposo Rafael. Fue la última vez que hablé con Mignon. Luego la volví a ver a la distancia pocos días antes de su muerte, en el sanatorio donde estaba internada. Allí me brindó una hermosa sonrisa y un saludo que atesoro en mi memoria.
Deseo expresar por último, en nombre de mis compañeros del CEN y en el mío, nuestro agradecimiento para quien no sólo nos formó profesionalmente, sino para quien fue maestra de vida, por sus enseñanzas que de alguna u otra manera nos han marcado y nos acompañan en todos los pasos que emprendemos. Seguro estoy de que Mignon se sentirá orgullosa, si este sentimiento cabe en el más allá, de ver al Centro tan pleno y vital como cuando ella lo dirigía. Hago propias las palabras de Dante Alighieri, al referirse a su maestro, cuando expresa: “fija está en mi mente, y me conmueve,/ vuestra querida y [maternal] imagen,/ cuando hora tras hora me enseñabais/ el modo como el hombre se eterniza;/ y así, en cuanto pueda, y mientras viva, /conviene que mi lengua lo proclame”.
Gracias.
Tengo un muy grato recuerdo de la que fuera mi profesora de castellano en 3er. año. Conservo muy presente las anécdotas de sus viajes por el noroeste argentino entre otras.
ResponderEliminarTambien la tuve como profesora en mi secundario, en la decada del 60. Tambien un muy buen recuerdo.
ResponderEliminarTambién fue profesora mía en la escuela Comercial N°15 en los finales de la década del 50...recuerdo inolvidable..
ResponderEliminarTuve el honor de haber sido su alumna en la Escuela Normal N•8 Julio A Roca
ResponderEliminarInmenso honor de haber sido su alumna en1960 en el querido Normal n°8, Julio A.Roca
ResponderEliminarFue profesora en el Normal N°1 en 1961 cuando yo cursaba 3° año de magisterio. Un hermoso recuerdo.
ResponderEliminarMónica Frugoni