jueves, 25 de junio de 2015

Presentación de "Bautismo de la memoria" de Daniel Del Percio

La poeta María Paula Mones Ruiz y la licenciada Diana Salem, investigadora del CEN, presentarán el poemario Bautismo de la memoria de Daniel Del Percio, en la Sociedad Argentina de Escritores, Uruguay 1371 (C.A.B.A.), el martes 30 de junio a las 19.

Extendemos la invitación:





domingo, 21 de junio de 2015

20 poetas a mar abierto. 20 poètes au grand large. (Autores varios)

 20 poetas a mar abierto. 20 poètes au grand large. de VV.AA.

Editorial La Luna Que. Buenos Aires, 2015. Edición bilingüe castellano-francés, 213 pág.



Zoraida González Arrili

CEN


En esta quijotesca empresa que constituye editar un libro de poesía, con el agregado de que es bilingüe, el lector encontrará variedades de voces dispares en sus goces y desgarros existenciales.
Las traducciones- actos de recreaciones- siguen los mismos rumbos de la creación y no sólo reflejan como un espejo sino que también devuelven luz, al decir de George Steiner. Las traducciones hechas por la francesa Françoise Laly tienen el transfondo lumíneo que encierran las palabras castellanas de los autores que amalgaman este libro. Buen logro.
Se perciben diálogos entre los veinte poetas que la componen, que abarcan todas las dimensiones del espíritu, desde distintos ángulos o desde distintos estratos interrogantes vitales con las diferentes voces que hacen un juego de contrastes y dan la aprehensión legítima de cada realidad.
Dijo W. von Humboldt que las lenguas son una forma de ver el mundo; en este libro las voces de cada poeta dan una forma a la comprensión de esta época con su unilateralidad, su disposición y su padecer anímico. Cada época lleva en su conciencia colectiva la manera que estos poetas prestan a lo oculto con su voz. Allí están Héctor Miguel Angeli con los elementos diarios dulcificados del pan y la madera, de la fruta sobre la mesa frente a un Antonio Requeni y sus Gratitudes, los juegos infantiles, el Sena, y un Fernando Sánchez Zinny, más clásico, más condensado y sensible que legitimiza palabras que se han ido separando de la imagen común para ofrecer un símbolo del existir que rodea a los poetas y que se han hecho símbolo integral en ellos.
Rubén Balseiro con Las Palabras y sus olvidos, con una Puerta que siempre existe y que busca su llave, el reloj con su tic tac donde transcurre el tiempo, los eternos náufragos que se instalan en el interior de cada vivencia de los cambios, las movilizaciones afectivas; frente a Norberto Corti que se apoya en la estética de la confesión sensible: “…fue desde este pequeño lugarcito mío/ que se fueron los pájaros,/un día,/ a morir en la gente”; y se conduele de los cambios que se le imponen, junto a un Osvaldo Rossi que nos ofrece su casa con humedad, la buscada cercanía a una costa con su bote y los remos. Los poetas cercanos en edad usan las palabras como algo nuevo, empujados por las reflexiones ante las imágenes de sus realidades. Y un Luis Benítez frente a la casa en silencio y al árbol quemado donde cabe el mundo y mata al niño “que se nos parecía” junto al pasaje de un avión, enseguida olvidado pero palpitando ante el “añejo asombro/ de un niño que señala el cielo”.
El doliente Enrique Roberto Bossero tiene un acercamiento poético con las zonas profundas de los textos de Alfredo De Cicco. Los dos empapan con dominio enigmático a sus afectos: una tristeza suave entre lo erótico y lo angelical de Bossero se enfrenta a De Cicco con la aventura del cuerpo muy erotizado para dar testimonio del afecto siempre cubierto de melancolía; en cambio Jorge Sichero apuesta a lo angelical frente a la amada. “Ella va conmigo como un ala/en el plumaje lateral del pájaro”; este coloquio transpone el afecto en ritmos, signos, formas. Lo semiótico y lo simbólico se convierten en signos comunicables de una realidad afectiva presente pero también dominada, apartada, vencida. Como un contrapunto para decir lo que vibra en sus totalidades íntimas.
Voces profundas pero con estructuras disímiles, Norma Pérez Martín y Michou Pourtalé, destacan su yo con un rastreo lindante. Para Norma Pérez Martín desde “la orilla de la Infancia” se ofrece con oraciones breves y una voz casi tímida, fresca, concreta para decir “Tú no sabes/siquiera,/cómo ha sido,/ cómo es ese fruto doliente/ que has echado/ a la vida,/al clamor,/ a la nada. Y Michou Pourtalé con “la mirada oblicua desde un bar”, se complace en añorar, en recordar, en revivir a esa mujer que “va rasgando las aguas de un infierno”; estas estructuras complejas en forma y contenido abarcan y penetran en su esencia. Se unen laceradamente en lo opuesto.
El registro de los tonos, la postura enunciativa, el lugar que ocupa cada palabra le dan ritmo y determinado son a la voz de Rodolfo Godino, de Ricardo Rubio y de Alejandro Drewes; sus versos tienen mucho de confesión, que sirve de identificación y de reconocimiento para condensar la nostalgia de vivir el hoy y el ayer. Dice Godino: “Hicimos estos árboles para cortar el viento… /Pero a veces, fieles,/ acercan sonidos de ayer a las ventanas” Y Rubio: “El tala se ciñe entre arrugas y silencio:/ entra y sale del aire con una fuerza antigua”. Drewes une el viento con el mar: “No sólo el viento pasa,/sino el mismo dueño”. El árbol, el viento y el mar cubren a los poetas en una misma dimensión redentora.
Con un tono sentido lloran sus pérdidas Graciela Maturo y Nélida Pessagno, las rupturas, las diferencias se ligan con el tema de cantar a otros ya lejanos, míticos. Maturo une a Esther y Beatriz danzando: “Danzaba y era su cuello frágil y erguido/como el tallo de un ánfora... y Pessagno está más en el hoy de Antonio Gades: “…el viento de la danza,/su viril taconeo en el tablado,/la enhiesta galanura de sus brazos/. El ayer feliz en la danza con el fatalismo cruel y el amor íntimo de las dos mujeres. Mientras, en el debate propio entre su ayer y su hoy las poetas Yoli Fidanza, Long-Ohni y la traductora Françoise Laly se instalan en el interior de cada coyuntura, en la de los cambios, las crisis, las movilizaciones entre la mujer encarnada y su espacio. El primer paso ritual son sus confesiones donde despliegan su identidad: Yoli Fidanza se apoya en “...Aunque quisiera/ entregarme al solo pensar en este oficio de mujer/es seguir complicada con el,/ cuerpo,” y Long- Ohni : “Solo soy lo que he sido: lo posible”. Françoise Laly arrastra todo su recuerdo en su piel: “Está tu piel contra mi piel/ “Un espacio quemado de cuerpos separados”. Cantar y definirse narran lo guardado, voces que constituyen un mismo movimiento creativo.
Hay una conexión necesaria y estructural entre los poetas y sus cantos con sus diferentes tonos que se abren al otro y desde allí con un primer paso ritual de la confesión despliegan su identidad.
Cantar y definirse, narrar lo guardado, llevan a mostrar que los tiempos idos son tiempos recuperados.

domingo, 7 de junio de 2015

Historias sin historia. La mirada que piensa, de Kelly Gavinoser

Historias sin historia. La mirada que piensa. de Kelly Gavinoser 
Editorial Dunken, 128 pág.

Daniel Alejandro Capano
CEN

Historias sin historia. La mirada que piensa es un libro singular por la manera novedosa de recrear el material lírico presentado y por el trabajo personal realizado sobre el discurso que lo transmite.
Kelly Gavinoser, de amplia trayectoria en el campo de la Semiología, la Lingüística,  la Gramática y la creación literaria, desgrana en estas páginas sus conocimientos de esas disciplinas, pero no de manera dogmática, sino cuestionando y reelaborándolos desde su particular punto de vista. Tal bagaje forma una compacta amalgama con diferentes temas y tipos de discurso, en especial con el poético. El mestizaje de géneros que ofrece la lectura es el eje vertebrador del volumen. Se está frente a un texto de ruptura en cuanto al género. No es un ensayo, tampoco puede ser considerado prosa narrativa o descriptiva, ni lírica pura porque el libro es todo eso y mucho más. Escrito en primera persona, el sugerente título de Historias sin historia conlleva una negación implícita. Se trata de la construcción de un sintagma que niega al final lo que se afirma en la palabra inicial. Por otra parte, el texto escrito parece desbordar su espacio tradicional para proyectarse en el paratexto de la tapa donde se muestra una enigmática mirada (La mirada que piensa) en un rostro semioculto por un pañuelo, con lo cual no sólo se escatima información verbal, sino también visual. Estos estímulos llevan a pensar en el constructo de una “poética de la negación”: negación de géneros, negación de información referida a las materialidades de la comunicación, a la tapa, negación verbal con relación al oxímoron del título. Además, se podría casi  afirmar lacanianamente que lo esencial es aquí el significante, de tal modo que se niega también el signo lingüístico saussuriano en favor de ese componente sígnico, es decir que se reduce el significado respecto del significante, se acota, no se anula porque ello haría ininteligible el texto. Así, el lector es desafiado a encontrarlo entre las múltiples “historias sin historia” ofrecidas. El libro se identifica, como señalara Roland Barthes, con el “texto de goce”, aquel que no está ligado a una práctica confortable de lectura, sino que desacomoda los componentes discursivos y hace profundizar al lector sobre lo que está leyendo, lo obliga a cavilar, a practicar una lectura activa en busca de sentido.
Gavinoser da cauce a la creación de un estilo novedoso, conectado de forma indisoluble con el (no) género que produce, con la hibridación discursiva y con continuas rupturas isotópicas. De este modo, exhibe con una mirada fenomenológica el (su) mundo. Un mundo fragmentado con los trozos lírico-narrativo-descriptivo-ensayísticos que componen las diferentes partes del libro. El fragmento, tan característico de la escritura posmoderna, adquiere espacio destacado. La misma autora se refiere a ellos cuando apunta: “Todo esto tiene que ver con los fragmentos –dije- que no son compartimientos estancos sino partes de un  todo, de ese todo que constituye la vida y la existencia, la existencia hecha de pensamientos-palabras-poemas” (2014, p.88). Asimismo, como un plus semántico adicional, no pocas imágenes que integran las piezas poéticas, generadas sobre la base de la desarticulación corporal, provienen del surrealismo.
La escritura posee un ritmo variado en el que la prosa fluye de forma plácida para desembocar, como el “impromptus” que organiza una parte del libro, en la indeterminación y el sobresalto orquestado sobre la alteración de palabras-temas, la arbitraria puntuación o su ausencia y la construcción con presencia intencionada del anacoluto (“me guía hasta la entrada de.” (2014, p.16). Semejantes peculiaridades crean un ritmo sinuoso en el que alternan el remanso del piano y la potencia del fortissimo. El discurso críptico y la acumulación caótica se vuelven  por momentos diáfanos, emotivos, líricos (2014, pp.26-28).
La intertextualidad, la retícula de mención de autores o de sus obras, no se manifiesta como una mera cita erudita, sino que se expone al lector desde distintos ángulos de abordaje. Emma Bovary se incorpora a la narración por medio de un coloquio fraterno o amical con el lector. La escritora crea de modo contrafactual su particular versión de la heroína y de su suicidio. Borges aparece aludido en forma abismal dentro de una cita de Platón: “como dijo Platón en el Cratilo… ¿en el nombre de la rosa está la rosa y todo el Nilo en la palabra Nilo? –dijo Borges” (2014, p.26). Y Unamuno y Pirandello se encuentran comentados de modo indirecto: “Hoy, mi personaje rebelde se niega a tomar cuerpo aunque después de mí me pidió la oportunidad de ser” (2014, p.20). Entre otros escritores, también se nombra a Dante, Pizarnik, Rilke, Joyce y Fuentes.
Como una napa estética oculta subyacen el humor y el autohumor. Son agudezas sutiles, en ocasiones irónicas, que hacen esbozar una leve sonrisa.
El lenguaje, concebido de acuerdo con una postura nominalista (“El mundo existe porque se lo nombra.” (2014, p.31)), crea objetos, en el sentido lógico del término, con palabras. Como George Perec en La Disparition en el que desaparece la letra “e”, tan frecuente en la lengua francesa, y Les Revenentes, que la usa para inventar un sistema vocálico exclusivo, Kelly Gavinoser juega en un párrafo con las palabras que empiezan con fu-, entre otras audacias léxicas: fue, fulgores, fulmínea, fuente, fuerza, fuego, fuga, fugaz (2014, p.111). También combina diferentes voces valiéndose de la iconografía tipográfica: “el Banco –al lado- ($$$) y la basílica (otros $$$)” (2014, p.51), o las descompone para que estallen en múltiples significados: “com/pre (h) endí que mis estrellas eran luces” (2014, p.25), verbo que se abre con un haz de significados: “comprender”, “prender”, “hendir”. Las palabras terminadas en “-ente” y los participios tienen también su rincón lúdico en el texto: “perteneciente, saliente, dicente, acaso un ente de/mente que miente porque no siente”(2014, p.115); “atrapados, cercados, succionados, entenados, encerrados, atrancados, atribulados, enconados, cercenados […] atacados… ados…ados…ados…ados…”(2014, p.28). El registro coloquial ocupa parte de la escritura con particularidades marcadas por la tipografía, de la que se hace un uso intensivo con artilugios variados: “¿¿¡¡QUÉÉÉÉÉ!!??”(2014, p.26), ¡BASTAAAAAA…! (2014, p.82).
En las páginas finales, el léxico se trabaja contaminado con voces mejicanas, con el recuerdo implícito del Popol-Vuh y la evocación, a modo de homenaje, de Carlos Fuentes. No se trata de un alarde lingüístico-literario, sino de un instrumento empleado por la escritora para reafirmar una identidad americana.
En síntesis, Historias sin historia. La mirada que piensa es un libro multiforme en el que Kelly Gavinoser crea un mundo mostrando, mediante su mirada reflexiva, diferentes aspectos  de la realidad, de la existencia y del conocimiento. Su universo literario, captado con sensibilidad fenomenológica, ofrece objetos y sensaciones expresados con un lenguaje vertido en un código particular. La primera persona discursiva con reminiscencias autobiográficas atraviesa el texto para expresar momentos de intensidad lírica y generar pensamientos sobre la metaliteratura, en especial sobre la metapoesía. En el alambique de su laboratorio de escritura bulle un torbellino de ideas. Se discute, en tono amable pero enérgico, con gramáticos y lingüistas, se duda, se pregunta, se opina y se ofrecen propuestas.
            Cuando un escritor se compromete con su labor literaria y con los principios estéticos que sostiene, el lector se beneficia ya que se lo invita a meditar, a participar de ese “banquete” en el que la disensión y el cuestionamiento de los axiomas dados por válido son un alimento estimulante. Entonces, la transgresión se hace energía generadora de la escritura y la palabra poética historias sin historia.

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Datos de la obra:
GAVINOSER, KELLY (2014). Historias sin historia. La mirada que piensa. Buenos Aires: Dunken. ISBN 978-987-02-7317-2