Extendemos la invitación:
Fundado en 1993 por la Doctora Mignon Domínguez de Rodríguez Pasqués, reúne a colegas de la Argentina y del exterior en torno de esta disciplina.
jueves, 25 de junio de 2015
Presentación de "Bautismo de la memoria" de Daniel Del Percio
La poeta María Paula Mones Ruiz y la licenciada Diana Salem, investigadora del CEN, presentarán el poemario Bautismo de la memoria de Daniel Del Percio, en la Sociedad Argentina de Escritores, Uruguay 1371 (C.A.B.A.), el martes 30 de junio a las 19.
Extendemos la invitación:
Extendemos la invitación:
domingo, 21 de junio de 2015
20 poetas a mar abierto. 20 poètes au grand large. (Autores varios)
20 poetas a mar abierto. 20 poètes au grand large. de VV.AA.
Editorial La Luna Que. Buenos Aires, 2015. Edición bilingüe castellano-francés, 213 pág.
Zoraida González Arrili
CEN
En esta quijotesca empresa que constituye editar un libro
de poesía, con el agregado de que es bilingüe, el lector encontrará variedades
de voces dispares en sus goces y desgarros existenciales.
Las traducciones- actos de recreaciones- siguen los
mismos rumbos de la creación y no sólo reflejan como un espejo sino que también
devuelven luz, al decir de George Steiner. Las traducciones hechas por la
francesa Françoise Laly tienen el transfondo lumíneo que
encierran las palabras castellanas de los autores que amalgaman este libro.
Buen logro.
Se perciben diálogos entre los veinte poetas que la
componen, que abarcan todas las dimensiones del espíritu, desde distintos ángulos
o desde distintos estratos interrogantes vitales con las diferentes voces que
hacen un juego de contrastes y dan la aprehensión legítima de cada realidad.
Dijo W. von Humboldt que las lenguas son una forma de ver
el mundo; en este libro las voces de cada poeta dan una forma a la comprensión
de esta época con su unilateralidad, su disposición y su padecer anímico. Cada
época lleva en su conciencia colectiva la manera que estos poetas prestan a lo
oculto con su voz. Allí están Héctor Miguel Angeli con los elementos diarios
dulcificados del pan y la madera, de la fruta sobre la mesa frente a un Antonio
Requeni y sus Gratitudes, los juegos infantiles, el Sena, y un Fernando Sánchez
Zinny, más clásico, más condensado y sensible que legitimiza palabras que se
han ido separando de la imagen común para ofrecer un símbolo del existir que
rodea a los poetas y que se han hecho símbolo integral en ellos.
Rubén Balseiro con Las Palabras y sus olvidos, con una
Puerta que siempre existe y que busca su llave, el reloj con su tic tac donde
transcurre el tiempo, los eternos náufragos que se instalan en el interior de
cada vivencia de los cambios, las movilizaciones afectivas; frente a Norberto
Corti que se apoya en la estética de la confesión sensible: “…fue desde este pequeño
lugarcito mío/ que se fueron los pájaros,/un día,/ a morir en la gente”; y se
conduele de los cambios que se le imponen, junto a un Osvaldo Rossi que nos
ofrece su casa con humedad, la buscada cercanía a una costa con su bote y los
remos. Los poetas cercanos en edad usan las palabras como algo nuevo, empujados
por las reflexiones ante las imágenes de sus realidades. Y un Luis Benítez
frente a la casa en silencio y al árbol quemado donde cabe el mundo y mata al
niño “que se nos parecía” junto al pasaje de un avión, enseguida olvidado pero
palpitando ante el “añejo asombro/ de un niño que señala el cielo”.
El doliente Enrique Roberto Bossero tiene un acercamiento
poético con las zonas profundas de los textos de Alfredo De Cicco. Los dos
empapan con dominio enigmático a sus afectos: una tristeza suave entre lo
erótico y lo angelical de Bossero se enfrenta a De Cicco con la aventura del
cuerpo muy erotizado para dar testimonio del afecto siempre cubierto de
melancolía; en cambio Jorge Sichero apuesta a lo angelical frente a la amada.
“Ella va conmigo como un ala/en el plumaje lateral del pájaro”; este coloquio
transpone el afecto en ritmos, signos, formas. Lo semiótico y lo simbólico se
convierten en signos comunicables de una realidad afectiva presente pero
también dominada, apartada, vencida. Como un contrapunto para decir lo que
vibra en sus totalidades íntimas.
Voces profundas pero con estructuras disímiles, Norma
Pérez Martín y Michou Pourtalé, destacan su yo con un rastreo lindante. Para
Norma Pérez Martín desde “la orilla de la Infancia” se ofrece con oraciones
breves y una voz casi tímida, fresca, concreta para decir “Tú no
sabes/siquiera,/cómo ha sido,/ cómo es ese fruto doliente/ que has echado/ a la
vida,/al clamor,/ a la nada. Y Michou Pourtalé con “la mirada oblicua desde un
bar”, se complace en añorar, en recordar, en revivir a esa mujer que “va
rasgando las aguas de un infierno”; estas estructuras complejas en forma y
contenido abarcan y penetran en su esencia. Se unen laceradamente en lo opuesto.
El registro de los tonos, la postura enunciativa, el
lugar que ocupa cada palabra le dan ritmo y determinado son a la voz de Rodolfo
Godino, de Ricardo Rubio y de Alejandro Drewes; sus versos tienen mucho de
confesión, que sirve de identificación y de reconocimiento para condensar la nostalgia
de vivir el hoy y el ayer. Dice Godino: “Hicimos estos árboles para cortar el
viento… /Pero a veces, fieles,/ acercan sonidos de ayer a las ventanas” Y
Rubio: “El tala se ciñe entre arrugas y silencio:/ entra y sale del aire con
una fuerza antigua”. Drewes une el viento con el mar: “No sólo el viento
pasa,/sino el mismo dueño”. El árbol, el viento y el mar cubren a los poetas en
una misma dimensión redentora.
Con un tono sentido lloran sus pérdidas Graciela Maturo y
Nélida Pessagno, las rupturas, las diferencias se ligan con el tema de cantar a
otros ya lejanos, míticos. Maturo une a Esther y Beatriz danzando: “Danzaba y
era su cuello frágil y erguido/como el tallo de un ánfora... y Pessagno está
más en el hoy de Antonio Gades: “…el viento de la danza,/su viril taconeo en el
tablado,/la enhiesta galanura de sus brazos/. El ayer feliz en la danza con el
fatalismo cruel y el amor íntimo de las dos mujeres. Mientras, en el debate
propio entre su ayer y su hoy las poetas Yoli Fidanza, Long-Ohni y la
traductora Françoise Laly se instalan en el interior de
cada coyuntura, en la de los cambios, las crisis, las movilizaciones entre la
mujer encarnada y su espacio. El primer paso ritual son sus confesiones donde
despliegan su identidad: Yoli Fidanza se apoya en “...Aunque quisiera/ entregarme
al solo pensar en este oficio de mujer/es seguir complicada con el,/ cuerpo,” y
Long- Ohni : “Solo soy lo que he sido: lo posible”. Françoise Laly arrastra todo su recuerdo en su piel: “Está tu
piel contra mi piel/ “Un espacio quemado de cuerpos separados”. Cantar y
definirse narran lo guardado, voces que constituyen un mismo movimiento
creativo.
Hay una conexión necesaria y estructural entre los poetas
y sus cantos con sus diferentes tonos que se abren al otro y desde allí con un
primer paso ritual de la confesión despliegan su identidad.
Cantar y definirse, narrar lo guardado, llevan a mostrar
que los tiempos idos son tiempos recuperados.
domingo, 7 de junio de 2015
Historias sin historia. La mirada que piensa, de Kelly Gavinoser
Historias sin
historia. La mirada que piensa. de Kelly Gavinoser
Editorial Dunken, 128 pág.
Daniel
Alejandro Capano
CEN
Historias sin
historia. La mirada que piensa es un libro
singular por la manera novedosa de recrear el material lírico presentado y por
el trabajo personal realizado sobre el discurso que lo transmite.
Kelly Gavinoser, de amplia trayectoria en el campo de
la Semiología, la Lingüística, la
Gramática y la creación literaria, desgrana en estas páginas sus conocimientos
de esas disciplinas, pero no de manera dogmática, sino cuestionando y
reelaborándolos desde su particular punto de vista. Tal bagaje forma una
compacta amalgama con diferentes temas y tipos de discurso, en especial con el
poético. El mestizaje de géneros que ofrece la lectura es el eje vertebrador
del volumen. Se está frente a un texto de ruptura en cuanto al género. No es un
ensayo, tampoco puede ser considerado prosa narrativa o descriptiva, ni lírica
pura porque el libro es todo eso y mucho más. Escrito en primera persona, el
sugerente título de Historias sin
historia conlleva una negación implícita. Se trata de la construcción de un
sintagma que niega al final lo que se afirma en la palabra inicial. Por otra
parte, el texto escrito parece desbordar su espacio tradicional para
proyectarse en el paratexto de la tapa donde se muestra una enigmática mirada (La mirada que piensa) en un rostro
semioculto por un pañuelo, con lo cual no sólo se escatima información verbal,
sino también visual. Estos estímulos
llevan a pensar en el constructo de una “poética de la negación”: negación de
géneros, negación de información referida a las materialidades de la
comunicación, a la tapa, negación verbal con relación al oxímoron del título.
Además, se podría casi afirmar
lacanianamente que lo esencial es aquí el significante, de tal modo que se
niega también el signo lingüístico saussuriano en favor de ese componente
sígnico, es decir que se reduce el significado respecto del significante, se
acota, no se anula porque ello haría ininteligible el texto. Así, el lector es
desafiado a encontrarlo entre las múltiples “historias sin historia” ofrecidas.
El libro se identifica, como señalara Roland Barthes, con el “texto de goce”,
aquel que no está ligado a una práctica confortable de lectura, sino que
desacomoda los componentes discursivos y hace profundizar al lector sobre lo
que está leyendo, lo obliga a cavilar, a practicar una lectura activa en busca
de sentido.
Gavinoser da cauce a la creación de un estilo
novedoso, conectado de forma indisoluble con el (no) género que produce, con la
hibridación discursiva y con continuas rupturas isotópicas. De este modo,
exhibe con una mirada fenomenológica el (su) mundo. Un mundo fragmentado con
los trozos lírico-narrativo-descriptivo-ensayísticos que componen las
diferentes partes del libro. El fragmento, tan característico de la escritura
posmoderna, adquiere espacio destacado. La misma autora se refiere a ellos cuando
apunta: “Todo esto tiene que ver con los fragmentos
–dije- que no son compartimientos estancos sino partes de un todo, de ese todo que constituye la vida y la
existencia, la existencia hecha de pensamientos-palabras-poemas” (2014, p.88). Asimismo,
como un plus semántico adicional, no pocas imágenes que integran las piezas
poéticas, generadas sobre la base de la desarticulación corporal, provienen del
surrealismo.
La escritura posee un ritmo variado en el que la prosa
fluye de forma plácida para desembocar, como el “impromptus” que organiza una
parte del libro, en la indeterminación y el sobresalto orquestado sobre la
alteración de palabras-temas, la arbitraria puntuación o su ausencia y la
construcción con presencia intencionada del anacoluto (“me guía hasta la
entrada de.” (2014, p.16). Semejantes peculiaridades crean un ritmo sinuoso en
el que alternan el remanso del piano
y la potencia del fortissimo. El
discurso críptico y la acumulación caótica se vuelven por momentos diáfanos, emotivos, líricos (2014,
pp.26-28).
La intertextualidad, la retícula de mención de autores
o de sus obras, no se manifiesta como una mera cita erudita, sino que se expone
al lector desde distintos ángulos de abordaje. Emma Bovary se incorpora a la
narración por medio de un coloquio fraterno o amical con el lector. La
escritora crea de modo contrafactual su particular versión de la heroína y de
su suicidio. Borges aparece aludido en forma abismal dentro de una cita de
Platón: “como dijo Platón en el Cratilo…
¿en el nombre de la rosa está la rosa y todo el Nilo en la palabra Nilo?
–dijo Borges” (2014, p.26). Y Unamuno y Pirandello se encuentran comentados de
modo indirecto: “Hoy, mi personaje rebelde se niega a tomar cuerpo aunque después
de mí me pidió la oportunidad de ser” (2014, p.20). Entre otros escritores,
también se nombra a Dante, Pizarnik, Rilke, Joyce y Fuentes.
Como una napa estética oculta subyacen el humor y el
autohumor. Son agudezas sutiles, en ocasiones irónicas, que hacen esbozar una
leve sonrisa.
El lenguaje, concebido de acuerdo con una postura
nominalista (“El mundo existe porque se lo nombra.” (2014, p.31)), crea objetos,
en el sentido lógico del término, con palabras. Como George Perec en La Disparition en el que desaparece la
letra “e”, tan frecuente en la lengua francesa, y Les Revenentes, que la usa para inventar un sistema vocálico
exclusivo, Kelly Gavinoser juega en un párrafo con las palabras que empiezan
con fu-, entre otras audacias
léxicas: fue, fulgores, fulmínea, fuente, fuerza, fuego, fuga, fugaz (2014, p.111). También combina diferentes voces valiéndose de
la iconografía tipográfica: “el Banco –al lado- ($$$) y la basílica (otros $$$)”
(2014, p.51), o las descompone para que estallen en múltiples significados:
“com/pre (h) endí que mis estrellas eran luces” (2014, p.25), verbo que se abre
con un haz de significados: “comprender”, “prender”, “hendir”. Las palabras
terminadas en “-ente” y los participios tienen también su rincón lúdico en el
texto: “perteneciente, saliente, dicente, acaso un ente de/mente
que miente porque no siente”(2014, p.115); “atrapados,
cercados, succionados, entenados, encerrados, atrancados, atribulados,
enconados, cercenados […] atacados… ados…ados…ados…ados…”(2014, p.28). El
registro coloquial ocupa parte de la escritura con particularidades marcadas
por la tipografía, de la que se hace un uso intensivo con artilugios variados: “¿¿¡¡QUÉÉÉÉÉ!!??”(2014,
p.26), ¡BASTAAAAAA…! (2014, p.82).
En las páginas finales, el léxico se trabaja contaminado
con voces mejicanas, con el recuerdo implícito del Popol-Vuh y la evocación, a modo de homenaje, de Carlos Fuentes. No
se trata de un alarde lingüístico-literario, sino de un instrumento empleado
por la escritora para reafirmar una identidad americana.
En síntesis, Historias
sin historia. La mirada que piensa es un libro multiforme en el que Kelly
Gavinoser crea un mundo mostrando, mediante su mirada reflexiva, diferentes
aspectos de la realidad, de la
existencia y del conocimiento. Su universo literario, captado con sensibilidad
fenomenológica, ofrece objetos y sensaciones expresados con un lenguaje vertido
en un código particular. La primera persona discursiva con reminiscencias
autobiográficas atraviesa el texto para expresar momentos de intensidad lírica
y generar pensamientos sobre la metaliteratura, en especial sobre la
metapoesía. En el alambique de su laboratorio de escritura bulle un torbellino
de ideas. Se discute, en tono amable pero enérgico, con gramáticos y
lingüistas, se duda, se pregunta, se opina y se ofrecen propuestas.
Cuando un escritor se compromete con
su labor literaria y con los principios estéticos que sostiene, el lector se
beneficia ya que se lo invita a meditar, a participar de ese “banquete” en el
que la disensión y el cuestionamiento de los axiomas dados por válido son un alimento
estimulante. Entonces, la transgresión se hace energía generadora de la
escritura y la palabra poética historias
sin historia.
_________________________________________
Datos de la obra:
GAVINOSER,
KELLY (2014). Historias sin historia. La
mirada que piensa. Buenos Aires: Dunken. ISBN 978-987-02-7317-2
Suscribirse a:
Entradas (Atom)